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JESÚS se da a conocer
El primer acto público del Jesús maduro (tras la breve aparición en el Templo a los doce años) es su bautismo de manos de Juan Bautista, seis meses mayor que Jesús y que preparó el camino de Éste hablando al pueblo sobre la misión de Cristo. Los maravillosos grabados son del magnífico Gustavo Doré:
Jesús inició rápidamente su Magisterio ante el pueblo. No ante los reyes o sumos sacerdotes, sino ante aquellos de quien es el Reino primeramente: los más desposeídos. La gente sencilla a la que Dios quiso llegar antes. Jesús les habló de Amor. Del Amor de Dios por ellos y de la venida del Reino al que llegaríamos por nuestras buenas acciones y no por nuestra hipocresía.
Juan, capítulo 13, versículos 34-35):
Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros como yo os he amado.
En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor unos a otros.
Los Evangelios recuerdan a Jesús en medio de la gente, sanando enfermos y demostrando la piedad y el amor de Dios a su pueblo. Cristo es el Poder de Dios hecho carne. El poder sobre el mal, sobre la enfermedad e incluso, y por encima de todo, el poder sobre la muerte.
Los Evangelios nos muestran a Jesús sintiéndose grato en presencia de niños y mujeres. En aquellos tiempos, los niños y las mujeres eran considerados poco más que estorbos, pero Jesús se acercó a ellos demostrando que el reino es de TODOS POR IGUAL, sean hombres, mujeres, niños o ancianos. La igualdad de los hombres ante Dios es proclamada por Jesús no sólo con palabras, sino con gestos como éste.
Una vez se dio a conocer al pueblo de Dios, Jesús acudió a las sinagogas y al Templo para enseñar la Palabra de Dios a los sacerdotes. Las castas religiosas judías le recibieron con temor, ya que sus enseñanzas ponían a Dios por encima de todo ¡incluso por encima de ellos, tan bien situados y que tanto mandaban!
En el Templo de Jerusalén Jesús se enfureció al ver el negocio montado allí y derribó los puestos de los mercaderes. Dios y el negocio no casan bien, y eso es algo que Lucas no se cansa de repetir tanto en su Evangelio como en los Hechos de los Apóstoles.
En el Templo, los sacerdotes le presentaron a una mujer que había cometido adulterio, por lo que iba a morir lapidada. Jesús la protegió y les dijo que aquel que estuviera libre de pecado tirara la primera piedra. Uno de los pilares del Mensaje de Cristo es que el hombre no debe juzgar el corazón de sus semejantes, ya que es algo que está reservado única y exclusivamente a Dios. Sólo Dios es juez de nuestros sentimientos.
Próxima la hora de su sacrificio por todos nosotros, Jesús sintió flaquear sus fuerzas y un ángel llegó para confortarle. La humanidad de Cristo se manifiesta así de la manera más evidente, y la muerte en la Cruz será el punto culminante de la vida de un Dios hecho hombre que quiso serlo hasta el final. Para nosotros, los cristianos, éste es el más maravilloso ejemplo de solidaridad, Amor y misericordia jamás visto.